Ansiedad... Cuántas veces oímos esta palabra. Es tan frecuente que en ocasiones podemos llegar a dejarle de prestar atención a la misma. Pero la persona que la sufre, os aseguro que no puede dejar de pensar en ella. Es una emoción muy desagradable, nos hace estar constantemente en alerta, pendientes de nuestro ritmo cardiaco, la respiración, la flojedad en las piernas, la voz temblorosa, y esa agobiante sensación de no estar siendo nosotros mismos, de que algo ha cambiado, de que por unos días, nuestra mente parece que haya tomado el control. Nos sentimos desesperados, nos sentimos pequeños, vulnerables.
Ansiedad es miedo, es angustia, nerviosismo, pero también una suma de pensamientos catastrofistas y negativos sobre lo que nos está ocurriendo, o quizás sobre lo que va a pasar mañana, pero siempre con esa sensación de incertidumbre y temor. Hay muchos tipos de ansiedad. Y una misma persona también puede padecer diferentes tipos en distintos momentos de su vida. Pero siendo distintos tipos de ansiedad, el esquema y el patrón psicológico siempre es muy parecido: unos desencadenantes, situación disparadora, pensamientos precipitantes, después una interpretación catastrófica, que acaba provocando una repuesta fisiológica muy fuerte en nuestro cuerpo, y finalmente una necesidad imperiosa de escapar , de evitar o de anular este estado. Dependiendo del tipo de ansiedad este patrón variará, pero en general podemos afirmar que es muy parecido.
¿Qué tienen en común la víctima de una agresión, una persona con miedo a las cucarachas, un niño que teme a la oscuridad, un joven ante su primer examen de universidad...? La respuesta es una: ansiedad.
Emma González, Psicóloga.